Uno de los fundamentos principales es que el ser humano es un ser creado noble dotado de dones y capacidades. A través de la educación adecuada, estos talentos y capacidades se pueden desarrollar. Así, es deber de todo individuo cumplir con un doble propósito moral de procurar su propia transformación individual, pero también contribuir a la transformación social. Por ende, toda iniciativa que busque mejorar las condiciones sociales y económicas de sus comunidades no puede descuidar el desarrollo de capacidad de los individuos y comunidades si es que ha de buscarse un impacto sostenible. Así, también se evita la mirada de “desarrollado” y “subdesarrollados”. Es decir, no es algo que viene de “unos” hacia “otros”, desde el “norte” para el “sur”, sino que a través de los medios adecuados se puede debe dar la oportunidad para que todos puedan ser protagonistas de su propio desarrollo.
Otro fundamento de este marco es que el desarrollo tiene algunas dimensiones fundamentales que se relacionan tanto con el aspecto espiritual como material. Dentro de estas dimensiones se encuentra el desarrollo moral, intelectual, físico, social, económico y ambiental. Por tanto, se requiere una atención en el desarrollo de cualidades, actitudes y hábitos, de igual manera que en la adquisición de conocimiento y desarrollo de habilidades técnicas; de esta manera, se puede contribuir a que el desarrollo de capacidad cumpla con el doble propósito moral. Además, en la medida en que las iniciativas de desarrollo fomenten esta coherencia entre las diferentes dimensiones del desarrollo podrá lograrse que su impacto sea más a largo plazo.
Finalmente, base para FUNASCE son el principio de unidad y de justicia. Bahá'u'lláh dice que estos son los pilares del bienestar de la sociedad. Las implicaciones de cada una son profundas, requiere de reconceptualizarse y aprender sobre cómo esto se ve en la práctica. Por ello, todo esfuerzo por generar cambio social requieren fundamentarse en estos.
